lunes, 12 de enero de 2015

Je suis 'Charlie Hebdo'


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El humor que se atreve a reírse del que más tiene y más puede, del que menos tolera y menos comprende, es la última frontera que nos separa de la oscuridad, la tiranía y la barbarie.


La libertad no se regala, se conquista. Y cuesta tanto alcanzarla como protegerla. Cuesta incluso la vida. Le ha costado la vida a los humoristas y redactores de Charlie Hebdo y a dos policías que trataron de atrapar a los asesinos que ayer irrumpieron a tiros en la redacción de la revista satírica francesa. No soportan la libertad quienes viven dominados por la ignorancia y cegados por el odio. Y menos aún la libertad máxima de la risa. Recuerden cómo Umberto Eco contaba en El nombre de la rosa que los monjes la castigaban incluso con la muerte.
Nietzsche ya nos prevenía contra la seriedad del orden establecido. Al poder no le gusta la risa ni sabe reírse. ¿No se han dado cuenta de que los que mandan parecen hienas más que humanos cuando se ríen? Los fanáticos de cualquier religión, de las divinas y las humanas, temen la risa porque le hace burlas a sus dioses y a sus reyes. La risa les escuece y por eso la persiguen, la proscriben, incluso intentan darle muerte. Y más aún si es risa aguda, ácida y desafiante como la de los humoristas de las publicaciones más indomables. Porque el humor es la gozosa reafirmación de la libertad frente al grillete, de la vida frente a la muerte. Es un grito alegre frente al tétrico “viva la muerte” del fascista económico, político, patológico y religioso. Es un grito de libertad espasmódico, caótico, ingobernable.
Es incontrolable como el baile que brota del cuerpo. Y qué es la carcajada sino el baile del cuerpo y de la cara que brota de la alegría de estar vivo, aunque estés hecho papilla. El humor nos salva incluso de lo que más nos duele. Y por eso es tan importante preservarlo y por eso hemos reaccionado indignados frente a la atrocidad cometida contra la prensa satírica. Porque creo que las personas libres entendemos que atacar a nuestros bufones es atacar al corazón mismo de la democracia. No hay demos, no hay pueblo, si no sabemos reírnos juntos. Juntos frente a los que nos separan.
El humor que se atreve a reírse del que más tiene y más puede, del que menos tolera y menos comprende, es la última frontera que nos separa de la oscuridad, la tiranía y la barbarie. Los humoristas de Charlie Hebdo, y tantos otros que lo siguen haciendo cada día, no dudan en defender esa frontera con sus lápices, su valor y su ingenio. En los últimos años de constantes ataques a la libertad, nos están dando constantes lecciones de dignidad y valentía frente al miedo. En España, desde Hermano Lobo a El Papus, de Orgullo y Satisfacción a Revista Mongolia, los cómicos se han enfrentado mejor que los periodistas a los insultos, amenazas, censuras, incluso atentados. Hoy más que nunca hay que defenderlos a ellos porque si nos quitan la posibilidad de reírnos de quien nos hace llorar, nos quitan el único aire que nos queda libre. 
Son malos tiempos para la libertad en toda Europa, amenazada no solo por el yihadismo islámico, también por el yihadismo económico. En España se nos quiere amordazar, los países más pobres viven amordazados por la austeridad y a los griegos les quieren amordazar las manos para que, en lugar de votar libremente, recen a la señora Merkel. Frente a la libertad, el miedo, como explica maravillosamente Maruja Torres en la sublime columna que precede estas líneas(no dejen de leerla). Miedo al cambio, a los kalashnikovs terroristas o al Banco Central Europeo. Pues, bien, frente al miedo, el conocimiento nos protege, la información nos ilumina, la reflexión nos estimula y el humor nos hace fuertes. Debemos hacernos más fuertes después de cada ataque. La única respuesta es no doblarse, como dice Maruja.
Ayer no lo hicimos. “Hemos matado a Charlie Hebdo”, gritaban los asesinos al salir del edificio de la revista. Inmediatamente, en las calles, en Francia, en muchas partes del mundo, se produjo una respuesta para desmentirlo. Dibujantes, periodistas, ciudadanos, levantaron un cartel con un mensaje irrevocable: 'Je suisCharlie Hebdo', 'Yo soy Charlie Hebdo'. Pueden silenciar, expulsar, censurar, matar, degollar, pero siempre habrá otros que sigan hablando. Y si lo repitiésemos más a menudo, seríamos menos vulnerables. Es una tragedia que hayan tenido que morir doce para que lo recordemos. En cualquier caso, Charlie Hebdo sigue vivo. 

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