Ser mujer en la política, ser mujer en el sindicalismo, ser mujer en el mundo del arte y la cultura, ser mujer en los medios de comunicación, ser mujer, no es cosa sencilla señoras y señores. Menos que menos si de ocupar cargos jerárquicos se trata: cuando una mujer se impone es autoritaria, cuando se impone un varón tiene autoridad; cuando una mujer tiene la razón y lo dice, es soberbia, cuando un hombre lo hace, es inteligente; cuando una mujer se emociona es producto de su debilidad, cuando un varón lo hace es sensible; si la mujer avanza en dar la pelea, es impulsiva, si el varón lo hace es estratégico. Y así podríamos estar escribiendo un diario entero, pero no es mi intención polarizar entre varones y mujeres, ya que nos siento iguales en capacidades. Lo cierto es que aún no estamos siendo iguales en derechos y oportunidades. Cuando nos empardemos, ya no hará falta esta nota.
Una de las claves a dilucidar en este aspecto de la mujer en la conducción es la ausencia del feminismo y de sus características intrínsecas. La mujer en la conducción puede ser igual (o incluso más) de eficiente que la de un varón, pero demostrar esto nos cuesta a las mujeres el doble o el triple de tiempo y esfuerzo, de lo que le costaría a un hombre. Digamoslo: nuestro entrenamiento es exhaustivo, el sacrificio es mayor. Los resultados suelen ser mejores.
En este aspecto, el mundo sindical no le escapa a las generales de la ley. Se ha dicho que es más misógino que otros espacios, no lo creo y lo desmiento: es igual de misógino que todas las instituciones de poder. Las mujeres sindicalistas, como nosotras nos decimos, somos muchas pero tantas veces invisibilizadas que parecemos no existir. Considero a esto, más allá de una situación contra la que batallar, un error estratégico: en momentos de crisis sociales y con este modelo económico adverso a la clase trabajadora, el sindicalismo necesita visibilizar a las mujeres que actualmente militan pero también ampliar a ese universo de trabajadoras que no ven en nuestro movimiento un lugar de realización. He ahí la autocrítica. Necesitamos formar y fomentar mujeres para que sean cuadros sindicales y para que conduzcan sus organizaciones.
Hablando de sindicalismo, se viene el paro. Hoy 8 de marzo convocamos a un paro internacional de mujeres, que surge desde la sociedad civil (el colectivo Ni una menos y las organizaciones sociales), frente al cual las organizaciones sindicales debemos trabajar, darnos el debate y recoger el guante: no podemos hacernos las desentendidas al reclamo de miles de mujeres que se manifiestan y salen a las calles. En ese sentido debemos llevar con orgullo también el reclamo de las mujeres trabajadoras por sus espacios de participación, por las violencias que viven al cotidiano, por mejores condiciones de trabajo, por las licencias que puedan salvar en la triple jornada de trabajo, por los cuidados compartidos y principalmente, porque en este modelo económico las mujeres trabajadoras somos la principal variable de ajuste.
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