A fecha de redactar este manifiesto, 68 mujeres y 2 niñas han sido asesinadas en 2025. Ya son 2.094 los feminicidios documentados en el Estado español desde que existen registros (2003). No son solo cifras: son vidas arrebatadas, víctimas que siguen aumentando día a día.
Actualmente, más de
105.000 casos activos están bajo protección en el sistema VioGén, con miles
de mujeres y menores aún en situación de vulnerabilidad. Detrás de cada dato
hay vidas e historias que nos interpelan. Cada feminicidio es una
alerta ignorada, una vida arrebatada por la negligencia institucional y
social.
Las violencias machistas son
estructurales y adoptan múltiples formas. Una de las más crueles es la violencia vicaria,
utilizada como castigo y control a través del daño a las criaturas o personas
queridas. Urge garantizar la protección real
de la infancia y su derecho a ser escuchada,
situando siempre su bienestar en el centro. Su protección no puede depender de
voluntades individuales, sino de políticas públicas firmes, con
recursos suficientes y enfoque feminista.
¡Basta ya de
revictimizarlas! La
responsabilidad es de quienes las dejan desamparadas, a merced de sus
agresores, y de quienes callan o miran hacia otro lado.
Las violencias
interseccionales golpean con más fuerza a quienes el sistema
patriarcal y capitalista vuelve aún más vulnerables: mujeres migrantes,
racializadas, LGTBIQA+, con cuerpos no normativos, mayores, con discapacidad o
en situación de dependencia, así como mujeres cuidadoras,
que también enfrentan la violencia en todas sus formas —también la
institucional— cada día.
Visibilizar estas
realidades y actuar desde una perspectiva inclusiva y transformadora no es una
opción: es una necesidad. La
interseccionalidad es clave para construir respuestas que no dejen a nadie
atrás.
Desde CGT denunciamos
la violencia institucional que revictimiza, invisibiliza o
desatiende. Las instituciones que deberían garantizar derechos se convierten en
agentes de exclusión, profundizando la precariedad y la exposición a
otras violencias.
Centrar el foco en las
victimas no ha funcionado: pongámoslo en los agresores. A ellos debe dirigirse la denuncia social, la culpa y
la vergüenza.
Reclamamos recursos
públicos, formación feminista, acompañamiento integral y autonomía real para
todas las personas que sobreviven a la violencia. Y exigimos que la educación
y la formación sean pilares fundamentales de cualquier política
pública contra las violencias machistas.
La violencia machista
también se reinventa en las redes sociales, reproduciendo entre
la juventud los mismos patrones de dominación y
sometimiento. El acoso, la vigilancia y la humillación digital son
nuevas formas de control patriarcal que refuerzan la desigualdad. La exposición
constante a contenidos machistas, al culto al cuerpo y a vidas irreales
amplifica el mensaje de violencia, subordinación y una utopía reaccionaria
disfrazada de elección.
Exigimos una respuesta
colectiva: prevención real, educación afectivo-sexual y alfabetización digital
con perspectiva feminista para desmontarlas, y que las plataformas digitales
asuman su responsabilidad frente a estas violencias.
Las guerras y los genocidios,
como el que sufre el pueblo palestino, así como los desplazamientos forzados,
son expresiones extremas de la violencia patriarcal, capitalista y
colonial. No puede haber paz sin justicia feminista.
Reivindicamos el fin de
todas las formas de violencia:
- Laboral,
que nos explota y precariza, negando derechos y conciliación.
- Sexual,
que nos agrede y cosifica, normalizando el abuso.
- Sanitaria, que ignora nuestras necesidades y decisiones.
- Judicial, que cuestiona a las víctimas, revictimiza y favorece la impunidad.
- Económica, que sostiene la dependencia y la feminización de la pobreza.
- Vicaria,
que utiliza a las criaturas y afectos como armas.
- Institucional, que falla en prevenir, proteger, reparar y garantizar.
La culpa y la
vergüenza deben cambiar de lado. No callar, no mirar hacia otro lado.
La responsabilidad es colectiva: el silencio también es
complicidad.
El 25N no es solo una
fecha: es una lucha que sostenemos cada día, en cada barrio, en cada centro de trabajo y en cada
espacio de vida.
Desde CGT mantenemos
viva la denuncia todo el año, difundiendo cada feminicidio, cada asesinato,
cada historia que el sistema intenta borrar.
Porque mientras haya una
sola persona amenazada, no habrá justicia ni libertad. Tu silencio te hace
cómplice. No más violencias machistas.