lunes, 23 de marzo de 2020

No hay agua para tanto Pilatos

La salvaje privatización de los servicios públicos que ha vivido este país durante los últimos años muestra durante estos días su cara más dramática. La privatización de la sanidad, parapetada bajo el pretexto de una mejor eficiencia, se demuestra como un error imperdonable; un error que no se solucionará haciendo palmas cada día desde nuestro confinamiento a las ocho de la tarde, y para el que será imprescindible el empuje de la ciudadanía en su conjunto cuando al fin podamos tomar las calles.


El recorte de personal llevado a cabo en los hospitales provoca ahora soluciones de urgencia. Los continuos recortes de personal y de medios sanitarios, que provocaron la reacción de la mareas blancas en nuestro país, deberían hacer ahora reflexionar a quienes han legitimado una y otra vez gobiernos cuyo único fin era deforestar lo público para llenar los bolsillos de empresas privadas. 
Todo el personal sanitario, el personal de limpieza o el de las subcontratas para el transporte sanitario son quienes se juegan ahora la vida afrontando los mayores riesgos para poder salvar a nuestro país de una catástrofe aún mayor. Sus protestas públicas por la falta de medios que garanticen su seguridad mientras realizan esta labor acreditan por sí solas una situación vergonzosa donde los políticos demuestran una vez más no estar a la altura. 
La externalización de servicios públicos, como la atención telefónica de servicios de emergencias, también se ha demostrado errónea. 
Empresas de contact center se llenan los bolsillos de dinero público mientras mantienen a sus plantillas hacinadas durante estos días terribles.
Las muertes de familiares dependientes en el caso de las personas que trabajan en los call centers de todo el país siguen engrosando las estadísticas. Aquellos que no se dedican a servicios esenciales siguen abiertos en su gran mayoría a pleno rendimiento. Verdaderos focos de infección para que las empresas del Ibex-35 sigan rentabilizando sus servicios de venta telefónica o atención al cliente. 
Entretanto, la inspección de trabajo actúa con timidez y disparidad, aplicando criterios distintos en cuanto a cuestiones tan básicas como distancias de seguridad en los centros de trabajo para evitar el contagio, o directamente no actúa, ante el riesgo evidente al que están exponiéndose estas personas trabajadoras. Es un momento en el que se están evidenciando demasiadas cosas; un momento en el que se demuestra que la precariedad laboral era el síntoma más evidente de una enfermedad todavía mayor. La salud de las personas es una cosa, y los intereses de quienes obtienen beneficios a su costa es otra distinta. Hasta la fecha, la mayoría de las instituciones no ha garantizado lo primero. El gobierno, de forma incomprensible, no ha ordenado aún la paralización de servicios no esenciales, mientras los datos de otros países nos alertan de que lo que viene puede ser todavía peor si no actuamos a tiempo. El viernes en Italia se produjeron más de 600 fallecimientos por Covid-19 en un solo día. Los datos del sábado han sido aún peores, con un total de 793. 
Mientras tanto, la frase que se oye en los centros de trabajo es “No hay agua para tanto Pilatos”.

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