Óscar Murciano, representante del sindicato anarquista CGT en el comité de empresa de Hewlett Packard, considera que los activistas del entorno libertario han sido llamados a ocupar el espacio de los malos en el imaginario “terrorista” construido por el Gobierno catalán.
FERRÁN BARBER
Óscar Murciano se bregó en las labores sindicales en calidad de representante del sindicato anarquista CGT en el comité de empresa de Hewlett Packard. En la actualidad desempeña el cargo de secretario de Acció Social en Catalunya. Si algo tiene claro Óscar Murciano es que los activistas del entorno libertario han sido llamados a ocupar el espacio de los malos en el imaginario “terrorista” construido por el Gobierno catalán.
La huelga general de 2012 fue uno de los pistoletazos de salida que puso a los anarquistas en el ojo del huracán...
En realidad, si hablamos de Catalunya, el principal espaldarazo al ecosistema represivo tuvo que ver con la entrada de Felipe Puig a la cabeza de la consejería de Interior. Él fue quien instauró la política de mano dura y quien, a finales de 2010, dio instrucciones específicas a los Mossos d'Escuadra para que actuaran contra los okupas. Este señor sostenía que el gobierno del Tripartito no había sido capaz de poner orden en las calles.
Suya es la frase de que “la gente no tiene suficiente miedo a la policía”. A él se debe también aquella perla de “iremos tan lejos como nos permita la ley y un poquito más”. Claro, para este señor, las protestas eran un asunto de orden público.
Suya es la frase de que “la gente no tiene suficiente miedo a la policía”. A él se debe también aquella perla de “iremos tan lejos como nos permita la ley y un poquito más”. Claro, para este señor, las protestas eran un asunto de orden público.
Y uno de los primeros problemas que la consejería de Interior identifica es, en consonancia con lo que se venía haciendo en el resto del Estado, el del peligro anarquista...
Sí, en ese contexto fue asaltada en diciembre de 2014 por los Mossos de Escuadra la “kasa de la Muntanya”, dentro de la operación Pandora. Se acumularon pruebas como posesión de libros o panfletos como si fueran indicativos de delito. Concretamente, en este caso, hicieron referencia a aquel mentado ensayo de “Contra la democracia”. Luego trasladaron todo aquello a la Audiencia Nacional porque carecían de competencias para enjuiciar casos de terrorismo. La cuestión es que se produjo un hostigamiento claro de todos los movimientos sociales y, en particular, de los próximos al anarquismo. En Catalunya, este acoso se concentró muy especialmente en cortar las alas de cualquier forma de protesta social. El desalojo de la plaza de Catalunya fue casi militar. A nosotros, a la CGT, se nos identificaba como los organizadores de las manifas radicales que derivaban en disturbios y en la quema de contenedores.
Lo que ustedes sugieren es que hubo un doble frente de la lucha contra “el peligro anarquista”. Uno, el de las distintas operaciones de ámbito estatal contra el GAC, contra los activistas del entorno libertario y contra las casas okupadas y otro, el de la mano dura contra las protestas sociales y los sindicatos de su entorno...
En relación a este segundo frente que menciona, lo que vimos tras la llegada de Felipe Puig es que tenían ganas de mostrar quién manda. Se diría que deseaban que sucediera algo para salir a reprimir. En la huelga general de marzo de 2012 hubo dos casos relevantes de detenciones de conocidas responsables de la CGT: el de Laura (Gómez) y Eva (Sánchez), arrestadas ambas por organizar una performance en la Bolsa de Barcelona. La primera llegó a estar 22 días en prisión sin fianza. Se le pedían 37 años de prisión. Ese mismo día se imputó también a Roger y Mercader, dos vecinos de Sant Andreu, por resistencia a la autoridad. Ambos fueron absueltos. Eva y Laura fueron finalmente procesadas con una petición menor de tres años, pero aceptaron una multa para evitar que se celebrara el juicio. Lo que nosotros interpretamos es que se quiso escarmentar al sindicato imputando a personas claramente significadas con este tipo de sindicalismo. En la siguiente huelga, la del 14 de noviembre, volvió a pasar lo mismo. Y eso, por no mencionar el caso Expert...
Lo que está usted sugiriendo es que había una estrategia deliberada de acoso hacia los sindicatos anarquistas y, entre otros, el suyo... O en otras palabras, es usted de la opinión de que los dos sindicatos anarquistas -CNT y CGT- han sido especialmente reprimidos...
En el conjunto del Estado, se imputaron a trescientas sindicalistas durante ambas huelgas. Ignoro cuántos de ellos pertenecían al entorno anarquista. En el caso de Catalunya, no me consta que se arrestara o imputara a responsables de sindicatos no anarquistas. Por otro lado, hay una cuestión muy clara. De los 15.000 afiliados de la CGT en Catalunya, se detuvo tan sólo a gente conocida o con cargos importantes dentro de la organización, y eso refuerza la tesis de que se nos quiso dar un escarmiento. Es obvio que iban a por nosotros.
Quiere decir que son ustedes los nuevos malos o los más malos de una película sobre recortes de libertades y mordazas
Al Estado le va bien tener un enemigo común interior con el que distraer a los ciudadanos y al que culpar de ciertas situaciones sociales obviamente originadas por causas diferentes. Está claro que el asunto yihadista no posee el suficiente empaque y tras el abandono de la violencia de ETA, miraron hacia nosotros. Hacemos un tipo de sindicalismo que no encaja en los consensos del 78. No pretendemos dormir el conflicto, sino expresarlo y eso nos convierte, ante sus ojos, en especialmente peligrosos.
Es curioso que todo esto se produzca en un momento en que el anarco-sindicalismo cobra fuerza, debido al desgaste de los sindicatos mayoritarios, y en el que ciertos conceptos políticos de inspiración claramente anarquista se popularizan. Hay quien sostiene que el 15-M fue anarquista sin saberlo
No sabemos si fue antes el huevo o la gallina. Ignoramos si fuimos nosotros quienes contagiamos las formas de organización asamblearia y horizontal a aquella espontánea protesta popular o es que el asamblearismo sintió la necesidad de volver a tomar las riendas ante una crisis del sistema y de la democracia representativa.
No todos los que participaron de aquel espíritu eran conscientes de cuánto compartían con su ideario.
Aquello se expresó de un modo muy cercano a nuestros puntos de vista cuando, por ejemplo, se extendió la idea de preservar el movimiento de los partidos políticos, pero no se produjo una identificación clara. Hubo una interesante campaña de la Federación Anarquista de Catalunya que, en cierta forma, hacía referencia a lo que mencionas. Llenaron barrios enteros de Catalunya con pasquines en los que se afirmaba: “Tú, que vas a asambleas; que no quieres que nadie decida por ti... tú también eres anarquista”. La verdad es que, entre esta nueva atmósfera, y la crisis del sindicalismo mayoritario, estamos viviendo un buen momento.
Tengo la sensación de que eso le inquietaba mucho menos a las administraciones que el hecho de que algunos anarquistas, en este caso chilenos, se dedicaran a poner bombas en templos como el del Pilar. ¿Apoyan ustedes como CGT el uso de alguna forma de violencia?
Hay una labor, a medio y largo plazo, que consiste en fomentar la conciencia crítica. Pero tampoco nos negamos a expresar el conflicto allá donde se produce una fractura entre el mundo ideal donde dicen que vivimos y la verdadera realidad.
¿A qué se refiere con expresar el conflicto?
No hay una única receta para expresarlo. Depende de cada situación.
¿Puede ser algo más específico?
Sí. Lo que decimos es que el conflicto está ahí y no vamos a hacer nada para mitigarlo. Y en tal sentido, consideramos que el sindicalismo de la paz social es tremendamente negativo porque tapa las zonas de fractura, las mencionadas contradicciones. Eso no significa que deseemos ver ardiendo las calles.
Los llamados GAC, desarticulados por la policía española, contemplaban el uso del sabotaje como estrategia legítima de lucha política. ¿Qué opinión le merece el uso de esas tácticas?
El sabotaje es una herramienta más. Nosotros no vamos a decirle a nadie lo que tiene que hacer. Lo único que certificamos es que cuando los trabajadores toman determinadas decisiones lo hacen en defensa de intereses legítimos.
Ni siquiera los jueces que dictaron sentencia contra los detenidos en las distintas operaciones policiales contra el GAC se terminaron de creer que la coordinadora fuera un grupo terrorista.
Necesitaban ponerle un nombre al enemigo y les dieron esas siglas construyendo un relato a partir de falsedades.
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